Sobre la carta abierta de un profesor

  1. POR: DIEGO MARÍN CONTRERAS-
  2. La expresión “carta abierta” goza de un romántico encanto poético, y en América Latina es tema asociado por excelencia con las dictaduras. Los de mi generación recordamos, por ejemplo, la carta abierta que el escritor argentino Rodolfo Walsh le dirigió a la junta militar de ese país, el 24 de marzo de 1977. Un día después de haber publicado este valiente documento, en el que denunciaba las atrocidades de la dictadura, Walsh fue secuestrado y asesinado por los supuestos asesinos anónimos de la historia, como ese pelotón que está de espaldas en el célebre lienzo de Goya, Los fusilamientos del 3 de mayo, o de La Moncloa, como esos poderes que no se nombran pero están detrás de toda escritura. 
  3. A diferencia de ese documento significativo para la historia de nuestra América, ha llegado hasta la asamblea de mis ojos una carta abierta que el profesor Álvaro Márquez Fernández, de la Universidad del Zulia (Maracaibo, Venezuela) le dirige a la comunidad docente y estudiantil de la Universidad del Atlántico. Con un epígrafe del inevitable Michel Foucault, que habla sobre el poder oculto que se halla detrás de todo poder visible, la misiva en cuestión se va lanza en ristre contra dicha institución educativa, a la cual no me une, dicho sea para la general suspicacia, ningún tipo de vínculos laborales o contractuales. Quizá, como a todos los barranquilleros, solo me vinculan a la Universidad del Atlántico los invisibles lazos del afecto y la memoria, del afecto, que es memoria.
  4. Y he ahí el primer punto que no deja de causarme escozor. Le queda a uno la impresión de que el documento no ha sido escrito por una desinteresada búsqueda de la verdad, sino movido por los prosaicos intereses que nacen de las cláusulas de un contrato. No se pinta uno a Guillermo Federico Hegel en feroz batalla contra la universidad de Tubinga con ese lenguaje más de auditor que de filósofo. También se percibe que esa carta más parece un palimpsesto, una cosa como de Umberto Eco, que revela huellas de escrituras anteriores, es decir de otros autores que, a la sombra, como un poder oculto, son quienes mueven cual titiriteros la coyuntural situación del profesor venezolano, su hipotética “carta abierta”. El profesor Márquez cuenta que fue invitado por el decano de la Facultad de Ciencias Humanas, Fidel Llinás Zurita, a dictar un seminario, de septiembre a noviembre del año anterior, y termina hablando horrores tanto del mencionado funcionario como de la rectora (E) Rafaela Vos Obeso. Caramba, profesor, qué pena, pero si usted de todos los lugares donde es invitado termina expresándose tan mal como habla de la Universidad del Atlántico, sin el menor asomo de objetividad, sin la menor consciencia de la responsabilidad con la palabra, animado tan solo por el pensamiento que se cocina en el estómago, entonces parece que tampoco brilla usted por sus buenas maneras.

    Y no puede uno dejar de preguntarse, ¿qué pasaría si un profesor colombiano, invitado por la Universidad del Zulia, terminara hablando de esa entidad en los términos en los que usted se ha referido a nuestra Universidad del Atlántico? ¿Qué cree usted qué haría don Nicolás?

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