La Uniatlántico en peligro

sss

POR MILTON ZAMBRANO PEREZ

Es vergonzoso que un medio tan importante como El Heraldo (editorial del 25 de julio de 2016) se preste para el trabajo sucio de quienes quieren desestabilizar a la Universidad para imponer sus agendas personales y de grupo. Eso es muy lamentable, porque lo mínimo que se le pide a un periódico que presume de ser serio es que aporte cifras correctas y un enfoque preciso acerca de lo que ocurre dentro de la institución.

La Universidad está otra vez en peligro, no por causa de la actual rectora sino de quienes desean ponerla al servicio de sus apetitos burocráticos (o económicos), o de su ideología o posición política. El gran riesgo que amenaza a la institución se concentra, otra vez, en los ejércitos de politiqueros y clientelistas que no respetan la academia, y que aspiran a asaltar los cargos y el presupuesto como si fueran un botín de guerra.

De esta matriz corruptora no se ocupa el editorial de El Heraldo, insinuando que Rafaela Vos Obeso no ha hecho nada para enfrentar este problema y, por el contrario, se ha prestado para que todo continúe camino del desastre. La verdad es que la rectora (cuyos enemigos añoran colocarla en el bando de la corrupción) no se ha prestado para el juego de los corruptos, y por eso la están bombardeando.

De la institución desapareció la estrategia de cambiar puestos y plata por apoyo político, que fue lo dominante en otras administraciones. Hay ahora un manejo transparente de los dineros públicos y un respeto por la institucionalidad, que no existían cuando los politiqueros y clientelistas estaban al frente de la Universidad.

Un caballito de batalla para desprestigiar a la rectora y para armar tomas y escándalos es el de la negación por el Ministerio de Educación Nacional  de algunos registros de programas. El año anterior ocurrió lo mismo con otras carreras y, luego de interponer los recursos del caso, los registros fueron restablecidos.

En esta ocasión, se está haciendo lo mismo para garantizar la legalidad de los programas afectados y es muy probable que el Ministerio reverse su decisión inicial, luego de recibir las correcciones del caso, pero esto no le interesa a los complotados, porque su único fin es sacar del cargo a la rectora.

Quienes están detrás de las tomas, los pasquines y los sabotajes callan el hecho de que la preparación de los documentos en la búsqueda de los registros calificados o de la acreditación de alta calidad, depende más de los mandos medios que dirigen directamente los programas que de la rectoría.

Esto no se escribe para eximir de responsabilidad en el asunto a la actual administración central, sino para resaltar que la falencia también cobija al anterior rector y a sus funcionarios, bajo cuyo mando se enviaron los papeles al Ministerio, en el año 2015.

Las inconsistencias fueron gestadas, principalmente,  desde la Decanatura de Economía y la Coordinación del Programa de Turismo, y pasaron de largo por la oficina de la Gerencia de Acreditación, desde la época del exrector Castillo y con funcionarios medios que le eran afectos.  

Los enemigos de la Universidad cabalgan sobre la calumnia y la desinformación para pescar en río revuelto. Pretenden mostrar a la actual rectora como la causa de los problemas, cuando el problema real son ellos mismos, porque lo sabotean todo, no dejan trabajar bien y se lavan las manos como Poncio Pilatos.

Hackean los correos y las páginas institucionales, riegan pasquines difamatorios y organizan tomas utilizando estudiantes ingenuos y miembros de algunas organizaciones políticas internas que se prestan para el juego de la corrupción, con el propósito de llevar a la rectora a la renuncia por la vía de la desestabilización.

Ese inframundo integrado por individuos descompuestos, por politiqueros y clientelistas sin escrúpulos y por gente hambrienta de poder y de dinero es el que enfrenta la rectora encargada, con mucho valor y corriendo los riesgos que es posible imaginar en un escenario como el nuestro.

Rafaela Vos Obeso se ha convertido en un dique de contención contra las pretensiones de quienes no respetan la institucionalidad ni la academia, y contra los que solo ven la Universidad como caja para saquear los dineros públicos o como nicho para imponer agendas ideológicas y políticas que lesionan el desarrollo de la principal función del Alma Mater, centrada en los procesos académicos.

Esta es la pelea de fondo actualmente en la institución: una batalla entre gente sin escrúpulos que intenta tomarse la Universidad para inundarla de politiquería y de corrupción y una rectora comprometida con el buen manejo de los recursos públicos y con la transparencia.

De esto no expresa nada el editorial de El Heraldo, por lo cual se presta para el juego perverso de quienes tratan de desestabilizar la Universidad para imponer estrategias ocultas que la llevarían a la debacle, a la crisis y hasta al cierre, como ya ocurrió en otros tiempos.

Ese desastre financiero y académico se frena con personas que respeten la Universidad Pública, no con los depredadores del clientelismo y la politiquería que tratan de anarquizar la institución para asaltar el erario y los puestos, poniendo la Uniatlántico al servicio de intereses mezquinos, como ocurriría con los individuos o grupos que buscan sacar a la rectora como sea, incluso presentándola como corrupta, es decir, como si estuviera en el bando que ella combate.

Es paradójico que alguien que se la ha jugado contra los corruptos salga de la institución como corrupta. Pero podría ser así, como ha ocurrido con otros funcionarios probos de otras instituciones del Estado, si periódicos como El Heraldo se dejan meter gato por liebre publicando cifras falsas y enfoques tendenciosos, y si las personas que tienen responsabilidad en el funcionamiento de la Universidad (en el orden interno, departamental o nacional) carecen de claridad acerca de cuál es el peligro a que se enfrenta la Universidad del Atlántico.

La pelea de fondo aquí, señores de El Heraldo, es entre quienes pretendemos una Universidad estable y al margen de los tejemanejes politiqueros y clientelistas y quienes desean tomársela para hacer lo que siempre han hecho: feriar contratos sin ningún criterio y solo para conseguir apoyo político, y usar los dineros públicos para favorecer a sus amigos, aliados y familiares sin ningún respeto por la institucionalidad y la academia.

El Gobierno Nacional y el Consejo Superior tienen una gran responsabilidad en lo que pueda ocurrir con la Universidad del Atlántico en el futuro inmediato. El señor gobernador también sería responsable, si llegare a ceder a los deseos de quienes quieren acabar con la institución.

El problema de fondo de la Uniatlántico no es provocado por la interinidad de la rectora (como hacen ver algunos sectores internos hambrientos de puestos, y como lo recalca el editorial de El Heraldo), sino por las personas y grupos que no aman la institución ni la academia, porque las ven como un trampolín para satisfacer sus intereses económicos y de otro tipo.

Rafaela Vos Obeso tendrá que salir de su cargo cuando la justicia resuelva los recursos legales que impiden elegir rector en propiedad. Esos recursos no fueron interpuestos por ella, sino por el anterior rector y sus amigos, quienes sí buscaban perpetuarse en el poder. Cuando llegue el momento, Vos Obeso abandonará la rectoría como debe ser, sin repetir las artimañas de perpetuación que otros rectores emplearon.

Desde el momento en que Vos Obeso abandone su puesto, el problema de fondo se convertirá en un gran reto para quien la reemplace, sea quien sea. Porque el sucesor tendrá que decidir si se entrega a los núcleos internos de presión para obtener apoyo político, o si enfrenta a esos sectores insaciables, corriendo los mismos riesgos que ahora padece la actual rectora.

El señor gobernador, las autoridades nacionales, el Consejo Superior y los estamentos no contaminados de la Universidad deben tener bien claro el peligro que afronta la institución en la actual coyuntura. Si triunfan los depredadores es muy seguro que perdamos todos.

Porque podríamos caer en una crisis irreversible que nos pondría a las puertas del cierre, como ya ocurrió en otros tiempos. Y esa crisis posible dañaría a los jubilados, a los trabajadores activos y a los docentes, lo que equivale a repetir la peor de las historias.

Esa crisis indeseable perjudicaría, sobre todo, a los miles de estudiantes cuya única opción para educarse es la Universidad del Atlántico. Nada de esto preocupa a los depredadores, pero sí angustia a las personas que amamos a la institución y que no queremos verla otra vez en manos de individuos irrespetuosos e irresponsables, que la lanzarán al abismo.

El periódico El Heraldo debe preocuparse por esta Universidad sin dejarse meter goles infantiles, ciñéndose al rigor periodístico y, más que nada, haciendo parte de las instituciones y personas que defienden a la Uniatlántico como un patrimonio académico de todo el Caribe Colombiano.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.