LA PANDEMIA O EL DESCUBRIMIENTO DEL AMOR.

FRENTE A LA MUERTE, EL AMOR RESUCITA.

Por. GASPAR HERNANDEZ CAAMAÑO.

La Organización Mundial de la Salud, O.M.S., declaró la pandemia ante la presencia mortal, en una zona del Lejano Oriente, del Coronavirus causante de la enfermedad respiratoria denominada COVID-19.

Conocida la declaratoria de pandemia, días antes los cielos estaban abiertos, los gobernantes de más de medio mundo, pues existen excepciones cuestionadas, decretaron la cuarentena para la población, como herramienta idónea para prevenir la expansión del mortal mal, con algunas ventanas para asegurar alimentación, medicamentos y atención en salud. Amén de otros espacios esenciales para preservar la convivencia y la estabilidad social.

Ese medio mundo se paralizó. Y poco a poco, aplicando el método del acordeón,  se han venido flexibilizando las prohibiciones del encerramiento obligatorio de niños, adultos y ancianos. Pero el virus, también en escala, sigue dejando su huella de muertes en distintas zonas de la llamada «aldea global». Hoy todos vecinos, victimas impotentes del mismo siniestro personaje: el coronavirus.

Durante este tiempo de pandemia muchas situaciones se han presentado. Como el debate sobre economía y salud. Otro entre libertad y disciplina. Y el dialogo de fondo: el miedo a morir abandonado, como un apestoso o continuar aventurándonos por una buena vida. «Vida o muerte», como cualquier cartel en la Plaza de la Revolución en La Habana (Cuba), es la insignia de estos nuevos tiempos.  

Muchas son, entonces, las pérdidas que ha sufrido la sociedad actual, por los daños del Coronavirus. Y uno de esas víctimas, a mi entender, ha sido el lenguaje. Por qué?

Creo, y se admite prueba en contrario, que el lenguaje se ha desacreditado por muchas palabras, por su obvia repetición, se han desgastado. Unas por perder su candor. Otras por anunciar tragedias. Por ejemplo, la palabra REINVENTAR. Ahora se usa, por la pandemia, para toda circunstancia. Reinventar la vida, reinventar la empresa, la escuela, la familia, hasta El Estado, etc. En fin, hay que reinventar todo según los más optimistas.

Había pensado usar dicha palabra, cuando inicié a cavilar sobre este artículo. Reinventar el amor, pues pretendía  tomar la frase de uno de los poetas malditos franceses, Arthur Rimbaud cuando escribió, en «Una temporada en el infierno», su verso «HAY QUE REINVENTAR EL AMOR. Él lo reinventó en su historia de amor homosexual con Paul Verlaine. Pero esa es otra historia. Rimbaud fue un personaje, por su tarea poética, en la llamada, en 1.871, «La Comuna de París». La pandemia, paradoja, condena las comunas. Y más las promiscuidades. 

Esta frase o verso también la usó el difunto escritor chileno, Roberto Bolaños, para titular  su primer poemario. Creí que con la ayuda de la poesía podía alimentar, lingüísticamente, esta reflexión, sobre el amor cuando con tanta abundancia, por estos días de pandemia, la pronuncian gobernantes  atrapados por la muerte de sus vecinos. Y magos y brujas que cosechan adeptos en «rio revuelto».

En esas estaba cuando me tope, en mis diarias lecturas de periódicos, con una, no frecuente, entrevista a la filósofa Norteamérica Martha Nussbaum, a quien escuche y conocí, una tarde de Noviembre (2015) en Medellín, cuando visitó Colombia. Esa entrevista me aterrizó y dio piso, epistemológico, a estas líneas redactadas a pocas ahora de una inusual celebración del tradicional día De Las Madres, en plena pandemia del coronavirus y el toque de queda y ley seca ordenadas por el novísimo Alcalde de mi ciudad, Capital de Vida.

Y entonces, leyendo  la frescura de la Nussbaum desde Chicago, recordé mis lecturas, durante la investigación que realice sobre El Amor, como derecho constitucional de los niños en Colombia, durante mi instancia académica en el Doctorado en Educación de la Universidad del Atlántico. 

De esa investigación quedó un texto de 250 páginas, una experiencia internacional, una columna semanal, durante 10 años, en un diario local. Y una biblioteca de más de 400 autores, entre ellos: filósofos, antropólogos, biólogos. Neurólogos, pedagogos, siquiatras, matemáticos, sociólogos, juristas, teólogos y poetas. Todos creyentes que «es mejor hablar de amor». Mejor que de guerra y del horror, las dos caras diferentes al Amor, vocablo popular por estos tiempos de «distanciamiento social».

Con ese haber, fui a mi «caja de herramienta mental». Y alojados en la corteza cerebral me volví a encontrar con dos de mis aliados en esa investigación. Los filósofos ANDRÉ COMPTE-SPONVILLE (francés) y MARTHA NUSSBAUM (gringa).

EL AMOR RESUCITA DE LA MUERTE.

Estamos claro que pandemia es muerte. Que combatir con encerramiento la expansión del coronavirus es habitar o batallar contra la muerte, no como concepto o posibilidad, sino como realidad estadística. 

Entonces fui, mentalmente, a visitar, como la generosidad del amor, el texto de André Compte-Sponville, titulado LA VIDA HUMANA (Paidós). En especial su capítulo AMAR. Y de Martha Nussbaum recordé, con la ayuda  del whatsaap de una investigadora, su libro EMOCIONES POLÍTICAS: POR QUÉ EL AMOR ES IMPORTANTE PARA LA JUSTICIA»(Paidós). 

He aquí lo que éstos dos filósofos contemporáneos enseñan, y que yo no dudo en recomendar. 

Nussbaum, a lo largo de su análisis, concluye diciendo que: «EL AMOR ES LO QUE HACE QUE SE RESPETE LA VIDA HUMANA, Y POR ELLO ES MUCHO MÁS QUE UN MERO CAPARAZÓN».

Esta enseñanza deben aprenderla tantos y tantos Alcaldes de pueblos ribereños que, apenas asomó la pandemia, corrieron a contratar alimentos para los necesitados, con el discurso que lo hacían «por amor a la gente». El amor, en esta epidemia, no es un caparazón politiquero. Por eso hay que resucitarlo, por respeto a la vida humana.

Y en su libro «La vida humana» (léanlo padres de familia en cuarentena), el exprofesor de La Sorbonna 5, Andre Compte-Sponville, criado por una madrastra, como P. Neruda, explica que existen tres formas principales del amor. Así:

  1. EROS que es la pasión, la carencia del otro, la llama del deseo sexual. «La llama doble», como la contó el poeta mexicano Octavio Paz, en su bello libro del mismo nombre.(otro que no dudo en recomendar leer con compañía);
  2. PHILIA que significa amistad, goce pagano y compartido. Filosofía=amor al saber. Y
  3. ÁGAPE que es caridad, el que da, perdona, acoge y recoge.

Este Agape, vocablo de raíz hebrea, como CARIDAD, es el amor que más se brinda y se promociona. Todos queremos dar pan y vino al hambriento o necesitados. Deseamos ser caritativos. La pandemia promueve la caridad. Desde los gobiernos, hogares y empresas.

Pero Comte-Sponville explica que: «…SIN AMOR – Y EN PRIMER LUGAR SIN EL AMOR A LA VIDA – NADIE ELEGIRÍA VIVIR, COMO DECÍA ARISTÓTELES, O ESA ELECCIÓN (SUPONÍENDO QUE SE HICIERA DE TODAS FORMAS, POR MIEDO A LA MUERTE) NO VALDRÍA NADA.

ES EL AMOR EL QUE VALE, YA QUE NO TIENE MÁS QUE POR ÉL MISMO».

Y el francés remata: «ES EL AMOR EL QUE HACE VIVIR, YA QUE ÚNICAMENTE EL HACE LA VIDA AMABLE».

Pero en estos días ligeros y medrosos, debo recordar que el amor, como capacidad humana, como alegría para vivir, es una creación maternal. Son las madres las creadora del amor como condición humana (esa historia hay que contarla en otra ocasión).

Solo que hoy, cuando con las huellas ya históricas de esta pandemia, quiero pedir LA RESURRECCIÓN DEL AMOR, no pretendo abogar ni por Eros, ni por Philia o Ágape, todos ellos vitales o esenciales para sobrevivir ante todos los males de la humanidad.

Quiero, con la pretensión de un hijo huérfano, pedir por la resurrección de ese amor de madre, que es lo contrario a la caridad. Compte lo denomina AMOR INCONDICIONAL.

Y por qué debemos resucitar ese amor incondicional de las madres?. Porque de ese amor somos todos capaces. Es nuestra primera e inaugural gracias. LAS MADRES AMAN SIN CONOCER.

Entonces, maternalícemos el mundo. Y las pandemias cederan. Ellas no son del mundo amoroso de las madres. Ellas viven en las alegrías de vivir de sus hijos. AMEN. 

Pero no olviden que frente a la muerte, anónima o pública, descubran QUE EL INCONDICIONAL AMOR DE MADRE …RESUCITA!!!

 

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