LA DIGNIDAD DEL CARGO EN LA FUNCIÓN PÚBLICA
Por: Jairo Eduardo Soto Molina
Profesor en Universidad del Atlántico
La dignidad se define como el respeto y estima que una persona tiene de sí misma y merece que se lo tengan las demás personas. Pero, también se define como “Persona que ocupa un cargo o puesto de mucha autoridad, prestigio y honor”, por lo que el término implica que el hombre vale por lo que el mismo es, por su ser, independiente de ciertos rendimientos que se espere de la persona. Por tanto, la dignidad de las personas no tiene precio.
Cuando una persona ocupa un cargo público, especialmente el de la presidencia o rectoría de una universidad, se le considera un “dignatario”, por cuando la definición del término incluye el “cargo honorífico y de autoridad”, lo que implica que las personas le deben respeto a quienes ejercen, pretenden ejercer y han ejercido ese cargo.
En la actual administración hemos visto cómo se ha ido perdiendo el respeto a la dignidad del más alto cargo de la Universidad y gobernador del departamento del Atlántico, por lo que uno puede preguntarse: ¿Qué se puede esperar entonces entre los ciudadanos comunes? En ambos casos ha estado comprometido en actos de indisciplina el representante estudiantil con el primero al reclamar en el parqueadero de la universidad el nombramiento de una nueva tesorera pagadora del Alma Mater y en el segundo cuando le lanza toda clase de epítetos contra el burgomaestre departamental.
Podemos estar de acuerdo o no con la gestión de un rector, podemos debatir puntos de vista, pero cuando se cae en la bajeza de los insultos, atropellos o agresiones, eso habla muy mal de la persona que hace aquello. Es una deshonra para la Universidad del Atlántico y un reflejo de la crisis de valores en su formación de buenos ciudadanos.
No solo el gobernador, sino también los demás consejeros de la mayoría han sido sindicados de una manera altanera del rebelde representante estudiantil, al igual que los otros candidatos tanto de la consulta como los de la designación que prefirieron retirarse ante los ataques de este señor que no es ningún joven pues es ya mayor de los 33 años.
Más aún, después de los últimos consejos superiores también arremete contra un decano que iba a ser presentado como posible rector encargado en la antepenúltima sesión. Irrespetando otro funcionario público de altísima dignidad ya que el decano representa al presidente o rector en su facultad. Su estilo vulgar e indecente, de atacar a las personas sin tener en cuenta la dignidad de sus cargos, le hace ver como un estudiante irreflexivo, obstinado y manipulador. Pero también ha atacado al profesor Milton Zambrano Pérez y a mi persona, denigrando, calumniando y haciendo falsas acusaciones sin medir consecuencias. En la Universidad del Atlántico, donde todo se sabe y todos se conocen, los profesores y trabajadores que conocen al profesor Milton y mi persona comprenden que esto es producto del desespero que se les acaba la vena abierta del presupuesto.
Quien pretenda ocupar un cargo público debe ser digno de él, por cuanto adquiere una responsabilidad, que va inherente al cargo y que, en cierta manera, le condiciona en sus comportamientos, al menos en lo que se refiere al ámbito público.
En cuanto al rector ya se lo dijo mi buen amigo Cristóbal Arteta Ripoll que por dignidad debería renunciar, es muy deshonroso para cualquier ejecutivo ya sea un cargo de altísima dignidad como los antes mencionados o el de gerente de una empresa o corporación ejercer funciones con la mayoría de las directivas en su contra, por cuanto es vergonzoso si una persona que no ha abrazado los principios que han inspirado a la concertación y a la nueva mayoría, logre estar en un puesto público, ya que atentaría contra la dignidad de lo que se espera de las personas en la función pública.
Para los demócrata que como el rector se ha autocalificado, pero que no se ha ajustado a los principios de la democracia misma. Con los verdaderos demócratas que existen en este país que he hablado, este es un tema que no pasarán por alto, y han deslizado su preocupación incluso por el hecho de que hay gente que, tradicionalmente, ha sido de la derecha más acérrima y hoy son aliados de sectores de la seudo izquierda o grupos radicales, lo que podría desvirtuar el verdadero sentido que convergen alrededor de un demócrata integro, más aun cuando se dedican a excluir, señalar, denigrar: prácticas propias que ejercieron los grupos de la ultra derecha. Es decir terminaron pareciéndose a lo que criticaban tanto y tan abiertamente al interior de la Universidad del Atlántico antes de ostentar el poder. El verdadero demócrata y un funcionario que haya internalizado la cualidad del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás y no deja que lo humillen ni degraden, por esta sencilla conclusión señor Rafael Castillo Pacheco: ¡RENUNCIE!