DENUNCIA A DEFENSORÍA DEL PUEBLO Y COMITÉ DERECHOS HUMANOS – UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO

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En mis años mozos, cuando fui estudiante de Sociología, tuve la fortuna de tener como uno de mis maestros en Sociología Rural al insigne sociólogo Orlando Fals Borda; y con asombro, escuchábamos sus relatos cuando narraba cómo la faz del país había cambiado por la llamada Violencia en Colombia de los años 50. Entonces, decidió junto a Germán Guzmán Campos y Eduardo Umaña Luna, dejarnos ese legado académico, histórico y sociológico del libro que lleva el mismo nombre. En aquel texto se relatan los horribles sucesos que, por el odio partidista de aquellos tiempos, hicieron inculcar desde entonces de que ser diferentes en nuestra sociedad era un motivo generador de violencias.

Han pasado más de 65 años, y desde las décadas vividas de los 70, 80, 90  se incubaron  nuevos actores como  el narcotráfico y el paramilitarismo, que  dejaron otra estela de heridas en la razón y el tejido social, cuyas prácticas en nada se diferenciaron a las del pasado, solo que fueron más sofisticadas.

 Hoy nos asomamos a nuevos momentos históricos en donde los actores y actoras armados brindan esperanzas para las nuevas generaciones, ofreciendo una oportunidad a la sociedad, para que, en remembranza  a la novela Adiós a las armas de Ernest Hemingway,  le digamos adiós a la guerra

Mientras en el país brotan nuevos discursos tanto del Estado como de los grupos armados con todas las contradicciones existentes, en las Universidades como la nuestra las acciones violentas como la ocurrida el 24 de agosto de 2015 no tienen precedentes en la historia de las universidades públicas, lo que causó el rechazo nacional. La fuerza y el vandalismo cometidos tienen un significado específico: destruir el espacio de gobernanza institucional, pero de igual forma se constituye en una expresión de fuerza y atropello que, al ser estigmatizada como “paramilitar”, pone en riesgo mi vida.

Desde el mismo momento que me posesioné como rectora encargada expresé que con la “única “arma” que ingresaba era con la de la ACADEMIA, fui explícita, y   mi mensaje fue de  paz y no de guerra. Sin embargo, la respuesta fue la agresión física y moral a través de las redes sociales.

Hoy aquí, ante la Defensoría del Pueblo y el Comité de Derechos Humanos de nuestro institución, radico mi denuncia formal de violación de mis derechos humanos como víctima de un atentado por parte de un grupo violento externo con algunos actores institucionales, aunque hago la salvedad que esa no es la esencia humana de la gran mayoría de la gente de la Universidad del Atlántico. El rechazo generalizado de los grupos políticos de diferentes colores e ideologías y la solidaridad de la comunidad universitaria me convence que la esperanza es el principal valor moral para la construcción de la paz, y que debemos entregarle a las nuevas generaciones el mensaje de la NO REPETICIÓN DE LA GUERRA . Por ello, nuestra convicción sería  la mejor herencia que le podemos dejar.

Como persona que fui víctima, solicito resarcimiento de derechos, porque existe un daño causado a la institución como bien público, moral y físico, y, con ello, a mi persona.  Entonces, mi llamado es también al Estado, ya que la Defensoría del Pueblo como representante del mismo, conoce que las leyes, en relación con las víctimas, han venido cambiando. Hoy se puede acceder a los “procedimientos establecidos por la Ley de Víctimas (sanción presidencial del   1º de junio de 2011) para la garantía de los derechos, todas las víctimas de hechos victimizantes, atribuible a los actores armados tanto como de la guerrilla, la fuerza pública como de grupos vandálicos”.   Necesito que me garanticen mis derechos: como persona humana y como rectora encargada con la responsabilidad moral para administrar una universidad pública que pertenece a la sociedad, especialmente a los sectores más vulnerables de nuestra población. 

La violación de los derechos humanos no va en una sola dirección; para algunos sectores se verá como algo normal, porque ahora en mi nuevo rol represento al Estado. Están equivocados, pues como persona humana tengo el derecho a la verdad, la justicia y la reparación, así como la garantía de no repetición.

Una de las condiciones en el diseño de la Implementación de la Ley de Víctimas, como su ejecución y cumplimiento, es la realización de Planes, Programas y Proyectos para su seguimiento, que garanticen la disposición y los instrumentos para su ejecución

Las universidades públicas deben, con responsabilidad social, ser garantes del respeto de los derechos humanos de la comunidad universitaria, con un plan de acción resultado de encuentros coordinados por la Vicerrectoría de Bienestar y regentado por la Vicerrectora Marta Ospino y el Departamento de Desarrollo Humano y el personal de Apoyo trabajando para estos intereses.

Estos planes deben estar organizados con el gobierno local  ya que el fortalecimiento de la Política Pública para la Atención y Seguimiento de la Ley de Víctimas, es  muy importante para nuestra institución, de manera que garantice los derechos humanos, y no que estos derechos se apelen  para unas personas y para otras no.  

La identificación de nodos polémicos al interior de la institución, con base en la VERDAD, es un eje trasversal que permitirá dar respuesta desde el enfoque diferencial y étnico a las polarizaciones institucionales. El componente de prevención es en el cual debemos trabajar, para evitar la victimización y la revictimización, de la cual la historia de violencia de nuestra institución es un ejemplo que se constituye en una prioridad.

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p style=»text-align: justify;»>La Implementación exitosa que, como universidad nos corresponde para los nuevos tiempos, es muy importante. En vez de convertirnos en receptores de violencias, debemos convertirnos en agentes de paz, en la que la reconciliación y el perdón serán actos y sentimientos garantes personales y colectivos que atestigüen la no REPETICIÓN. ES LA UNICA VÍA DE CONSTRUIR UN ORDEN SOCIAL JUSTO. 

Académicamente, por siempre,

 

 RAFAELA VOS OBESO

RECTORA (e )

Mujer de Paz: Candidata al Premio Nobel de la Paz: Mil mujeres y un Nobel de Paz. Fundación Suiza por la Paz- 2005.

 

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