Por Gaspar Hernandez Caamaño.
No he caminado París ni soñado en sus noches. Pero le conozco. Por el cine y, en especial, las películas de Francis Truffaut y la evocación de Woody Allen; por la crónica de Ernest Hemingway titulada «París es una fiesta». Por la voz de Aznavour y las canciones eternas de Edith Piatf. Por las memorias de hambre de Garcia Marqués y la biografía de Picasso. Por los amores de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir. Por Camus entero. Y por la obra filosofica de André Comte-Sponville. Por toda la cultura francesa y las francesas, mujeres liberadas. Y por mis inconclusas clases de francés en la derruida casona de la Alianza en una esquina del barrio El Prado. Por pura nostalgia amo a París.
Cómo defender a París?. Defenderlo de qué?. Me aterra las preguntas. Inconcebible que sigamos siendo bestias, olorosas a muerte. A los terroristas hay que desterrarlos. Nada justifica el terror. Nada se le puede aplaudir a la violencia. Me duele París. Nos duele París.
París es la democracia. El Estado de Derecho. Los Derechos Humanos. París somos nosotros. Nariño y Bolívar nos trajeron a París en sus espadas y en sus proclamas de libertad. Defender y hacer corro en torno a París, herida y sangrante, es amor a la luz. Fuera terroristas de cualquier pelambre. París volverá a ser La Ciudad Luz. Brillara como la primavera.